Skip to main content

Antes de comenzar, tómense un momento para pensar sobre lo que más nos cuesta a nosotros, los autoexigentes 3000. Piénsenlo bien… y no, no se trata solo del miedo a equivocarse. Vayan un poco más allá, y verán que hay algo más que el ego en juego… La respuesta es, sin duda, pedir ayuda. Una de las situaciones más desafiantes para nosotros, es enfrentar momentos en los que necesitamos apoyo, pero nos cuesta dar ese paso y solicitarlo.

En el primer artículo que escribí, mencioné lo difícil que era para mí decir «NO», incluso cuando no tenía tiempo. Con los meses, comprendí que esto se debía a mi dificultad para pedir ayuda y a que, en medio de mi autoexigencia, sentía que no podía rendirme o, como dicen, «permitir que algo me quede grande».

No les voy a mentir, mi autoexigencia sigue floreciendo cada vez que tiene la oportunidad. Sin embargo, al aceptar que me cuesta decir «no» y que pedir ayuda es un desafío, me he vuelto más consciente de mi situación. Personalmente, he desarrollado un nivel de exigencia muy alto hacia mí misma, impulsado por el miedo a que las cosas no salgan como espero o planeo. Además, sentirme vulnerable me hace adoptar una postura un poco “extremista”. Aunque mi carrera me enseña que mostrar vulnerabilidad es parte de ser humana, confieso que tengo pánico a que los demás me vean así, temiendo que eso signifique que no podré lograr todo lo que deseo. Y claro, aquí está mi ego justificando mis acciones.

Ya que mencionamos el ego, es importante destacar que de ahí surgen aspectos fundamentales. A menudo, mi mente crea escenarios en los que las cosas no saldrán bien simplemente porque alguien más no lo hace de la manera en que yo lo haría y en mi cabecita un poco loca, seguía la idea de que es mejor no pedir ayuda. (No te alarmes; seguramente, en algún momento has tenido ese pensamiento o esa sensación de que las cosas no saldrán igual si no las haces tú.)

Cuando decidí escribir sobre la autoexigencia, no imaginé que surgirían cosas tan valiosas como la importancia de pedir ayuda, aceptar nuestra vulnerabilidad y construir confianza en nosotros mismos y en los demás. Incluso ha aparecido el famoso ego del que tanto habla mi terapeuta en nuestras sesiones.

En el día a día esto a veces me pasa factura, no solo en mi vida personal sino también en mi trabajo. Me consumo pensando en todas las posibilidades en las que no puedo fallar (y, aun así, hay cosas que no puedo controlar, porque simplemente no me pertenecen), estresándome cuando tengo que improvisar o solucionar algo de forma inmediata. Aunque mi forma de reaccionar puede ser controvertida, quienes me rodean solo ven a una Sury que resuelve y se “avispa” cuando es necesario.

Quiero que se alejen de esos imaginarios y permitan que su “yo” viva sin presiones, sin latigazos ni condenas que a veces nosotros mismos creamos. Algunas cosas que me funcionaron para cambiar esto en mí y moverme del lugar en el que estaba fueron:

  • Confiar a ojo cerrado en mis capacidades, en mis fortalezas y en mis conocimientos (Lo primero es empezar desde ti, a veces somos nuestros propios obstáculos).
  • Confiar plenamente en mi gente, en la capacidad de cada uno y en cómo aporta al equipo de trabajo. La verdad, esa gente es increíble y sé que siempre resuelven.
  • Pedir ayuda en los momentos en que sientas que no vas a poder con todo (tranquilo/a, no está mal tener una mano amiga).
  • Y, por último, ¡acepta tu ego! Recuerdo una canción de los Alcolirykoz que dice: “el que niega su ego, es que no se conoce”. Debes aceptar esas falencias que tienes, reconocer que a veces tu ego te hunde más y, si no tomas cartas en el asunto, este te terminará consumiendo.

Para finalizar, quiero decirte que no eres el único que vive con la autoexigencia, muchas personas también lo hacemos, pero sé consiente; deja de darte latigazos por cada error que cometas, esto no te hará una mejor persona, al contrario, tú mismo te estás alejando de lo que quisieras lograr ser.

Sury T. Vasquez

Titán de la Empatía

 

Loading