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Escuché por primera vez el concepto de milla extra como pilar corporativo de una empresa con la que estuve conversando, tiempo después, en un congreso volvió a aparecer en un contexto de liderazgo, así que me cuestioné un poco acerca del abordaje que se le da a esta idea y decidí investigar un poco más.

Para mi sorpresa, al leer sobre este concepto, encuentro que tiene un origen religioso. En la biblia se encuentra un pasaje, en el evangelio de Mateo, donde dice “Si alguien te pide que camines una milla, anda con él dos”. ¿Cuál es el contexto? Que en dichos tiempos los judíos estaban obligados a llevar las cargas de los soldados Romanos si este les solicitaba, la ley decía que debía ser por una milla, de lo contrario serían multados o hasta cárcel tendrían que pagar. Aunque por un momento suena inspirador, y sin ánimo de contradecir al Yisus, me puse a analizar: ¿por qué un judío, que tal hace su propio trabajo, tendría que ser forzado a cargar la mochila pesada de otro? Y no siendo suficiente con ello, se nos invita a sobre-esforzarnos recorriendo el doble de camino. Comprendo que se trata de algo que motiva a ir más allá, sin embargo, considero que el concepto ha sido mal interpretado si a lo laboral nos referimos.

He escuchado y leído que dar la milla extra es quedarse después de la hora de salida, es trabajar sin descanso, no sacar el tiempo suficiente para un almuerzo decente por seguir con el informe y entregarlo previamente, llegar antes de la hora de ingreso, no tomar vacaciones y acumularlas para esperar el mejor tiempo para la empresa, decir a todo sí, no permitirse ir a la entrega de notas de sus hijos porque hay prioridades en la empresa, entre muchas otras.

Y es que con ese tema de “extra”, pensamos en que es hacer más, más de lo que debemos hacer, más de lo pactado con la empresa, más de lo que exige nuestra responsabilidad, sin embargo, en estos tiempos donde la caracterización de los cargos está tan bien hecha, donde el dimensionamiento de un puesto es claro (a veces desbordado, no nos digamos mentiras), que una persona cumpla con lo esperado de seguro va a llevar al cargo, equipo, empresa a los resultados deseados, entonces ¿por qué tendría que hacer más para ser reconocido por esa tal milla extra?

Considero que este concepto sigue reforzando una cultura del sacrificio, donde las cosas cuestan, duelen, pesan, atormentan, donde nos seguimos sintiendo bien cuando el logro se ha “sufrido lo suficiente” y donde reconocemos al que está tan comprometido que ha dejado su vida a un lado, o mejor aún, su trabajo es su vida.

¡Ojo! Que las nuevas generaciones ya no están ahí, vienen a enseñarnos (aunque nos cueste un montón entenderlas) otras formas, más amables, más conscientes, más equilibradas y así no queramos, aunque haya rechazo a esa generación de “cristal”, como organizaciones debemos adaptarnos para subsistir y soltar poco a poco esa forma de relacionarnos con el trabajo.

Hoy decido dejar de ver esa “milla extra” como algo digno de reconocer, no es quién haga más, es quién lo haga bien, quién lo haga con su esencia, con su toque personal, con su autenticidad y sobre todo con amor.

En un mundo que glorifica el estar exhausto, dejar de apoyar estas iniciativas es un acto de rebeldía.

Y tú ¿Cómo abordas el concepto de milla extra?

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