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Humanidad vs productividad en las organizaciones, ¿polaridad o complemento?

En el mundo actual nos enfrentamos a una situación a nivel organizacional: ¿cómo se pueden adaptar las organizaciones hoy en día a un entorno que demanda cada vez más la productividad laboral, sin olvidar la humanidad de las personas que componen estas entidades

Atrás quedaron los tiempos en los que las empresas debían fijarse únicamente en producir, olvidando las necesidades y el bienestar de sus equipos de trabajo Hoy, por el contrario, aparece esta dualidad organizacional que exige que las empresas propendan por generar un entorno de trabajo saludable en el que se priorice el bienestar de los empleados, sin dejar de lado el factor de la productividad que es, al final, por el que viven y respiran las organizaciones

Según las distintas definiciones que existen, una organización es un sistema en el que un grupo de personas se interrelacionan entre sí para alcanzar metas y lograr objetivos planteados.

Desde una perspectiva psicológica quisiera plantear acá que la organización es un organismo vivo y con tal concepción nace, crece, se reproduce, se transforma o, algunas veces, muere.

Y al pensar en la posibilidad de la muerte aparece la necesidad de transformación de las organizaciones actuales donde surge el imperativo de la adaptación y con ello la comprensión del movimiento humano que nos avoca en tiempos de ajuste, movimiento, cambio, transformación, trascendencia, sin perder el carácter de productividad, y crecimiento económico que indudablemente aporta en conjunto con lo humano para la permanencia, crecimiento y sostenimiento en el tiempo.

Ante tal necesidad aparece la pregunta de ¿qué hacer para enamorar a las personas que hacen parte del organismo?, ¿qué hacer para crecer y producir en un mundo que exige ser competitivo y de calidad al mismo tiempo?, ¿para ser una empresa adaptable, en consciencia, saludable y humana?

En todo este presente retador, aparecen las empresas disruptivas, que le apuestan a adaptarse a estas demandas de entorno, y que se retan para ser cada vez más arriesgadas, inclusivas y diversas, que reconocen en la persona el principal activo de la organización y trabajan para salirse de los paradigmas tradicionales de trabajo.

A propósito de esto, el autor Frederic Laloux (considerado un gurú de la unión perfecta entre trabajo y felicidad) en su texto “Reinventar las organizaciones” plantea un modelo de 5 estadios o niveles organizacionales que se definen de acuerdo con las reglas de poder, los niveles jerárquicos, la dinámica en la toma de decisiones, la forma de trabajo (gestión o autogestión) y el enfoque del negocio.

Cada nivel o paradigma Laloux lo define con un color; así pues el rojo representa e paradigma más antiguo basado en un líder poderoso que inspira lealtad y temor en sus compañeros de grupo y se caracteriza por la autoridad y las órdenes, y la división del trabajo, donde las personas se pueden especializar en tareas y funciones concretas. El modelo Ámbar se caracteriza por tener jerarquías estables basadas en estatus, no en fortaleza personal, y control de niveles inferiores en la jerarquía; el modelo Naranja, caracterizado por la competitividad dentro de la organización y dentro del mercado, el enfoque en rentabilidad financiera y crecimiento, y la dirección por objetivos en los que la alta dirección establece la estrategia y los equipos tienen cierta autonomía para establecer sus objetivos. El modelo Verde plantea un enfoque en la satisfacción de los clientes, la toma de decisiones con base en valores compartidos y altos niveles de compromiso por parte de toda la organización.

Por último, el modelo Teal, el cual se caracteriza por estructuras «anti-frágiles» (significa sostenibles y resilientes) planas o de círculos anidados alineados de forma evolutiva, valores compartidos como el de buscar un mundo mejor, y procesos de toma de decisión distribuida (procesos consultivos) por el que cualquier trabajador puede tomar cualquier decisión, busca la integridad e inclusividad (las personas pueden aportar todo lo que tienen intelectual y espiritualmente sin ser juzgadas por ello), autogestión (no hay jefes) y un propósito evolutivo.

Así entonces, una organización que se piensa como un organismo con propósito, que sueña, que se relaciona, que se vincula, en consciencia con la responsabilidad que tiene con ella misma y su entorno, que construye su estrategia desde el para qué de lo que hace, que camina y crece en coherencia con ello.

Nataly Domicó Sierra

Titan del amor

Psicóloga

Terapeuta Gestáltica

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