¿Y si en vez de dejar los problemas en casa, mejor los sanamos?
Desde muy pequeños se nos ha enseñado que la vida personal se debe separar del trabajo, no en vano se suele usaresa expresión que nos repiten una y otra vez “los problemas se dejan en casa”. Esto es un gran error porque lo que termina ocasionando es que las personas repriman todas sus emociones de las situaciones que se les presentan en casa y trabajen así: angustiadas, aburridas, preocupadas, estresadas o ansiosas. Esto, a la larga, lo que hace es afectar el desempeño laboral, dado que las personas, al no estar tranquilas e intentar “dejar ese problema en casa”, la emoción se queda con ellas y se vuelven aún más intensa, toda vez que no se le da el trámite adecuado intentando esconderla.
Esas emociones reprimidas desencadenan cambios en nuestra actitud cuando estamos en nuestro puesto de trabajo; solemos ser mucho más irascibles e irritables, nos sentimos malhumorados e, incluso, no soportamos que alguien nos dirija la palabra. Y la peor parte, debo admitirlo, es que desde las empresas se sigue validando esa idea de que “los problemas se dejan en casa y no se traen al trabajo”.
Como en cada uno de mis artículos me gusta dejarles una invitación, hoy quisiera invitarlos a replantear esta creencia, que se ha convertido en un paradigma. ¿Qué tal si en vez de dejar los problemas en casa, mejor nos dedicamos y enfocamos en sanarlos? Les digo esto porque creo que las empresas deben rápidamente cambiar ese paradigma de que son un lugar donde no se nos permite ser y manifestarnos, porque sí: los seres humanos somos todo eso que nos atraviesa, incluidas todas las emociones de frustración, rabia, dolor, preocupación o tristeza.
Las personas que hacemos parte de una organización estamos llamadas a convivir con estos problemas y el Espíritu de Grupo (conoce aquí� nuestras cartas de Espíritu de Grupo, un ejercicio para romper el hielo con tu equipo de trabajo), que no es otra cosa más que estar conectados como equipo de trabajo, permite que estén tan unidos y tan fuertes que una persona es capaz de identificar qué le está pasando al otro y de qué manera le puede ayudar. Frederic Laloux, en su libro Reinventando las�
organizaciones enfatiza en que las empresas deben ser espacios que nos permitan sanarnos a nosotros mismos, que nos ayuden a crecer y evolucionar como personas, sin pretender que nuestro crecimiento se frene durante las ocho horas que pasamos en el trabajo y luego intentar “remediar” en casa ese tiempo perdido.
Aquí el llamado más importante es para las empresas y los líderes, para constituirnos en espacios en los que estemos abiertos a esas emociones, ayudar a las personas de nuestro equipo con ese proceso de sanación y que, de esta manera, cada uno encuentre su mejor versión y sea capaz de experimentar esa inteligencia emocional, al saber manejar sus emociones, pero sobre todo, al sentirse libre de sentirlas y manifestarlas. Los resultados para quienes somos líderes es que nos permitirá mejorar el espíritu de grupo y fortalecer los talentos y capacidades de nuestro equipo de trabajo.
En Contento tenemos un testimonio muy bonito de esto y es que en una ocasión uno de nuestros integrantes llegó con un problema personal muy grande y su líder le pidió que se conectara a la línea e hiciera su trabajo, mientras ella, por su parte, se encargaría de hacer los asuntos personales que él tenía pendientes. Esta es una pequeña muestra de que cuando nos abrimos a expresar nuestras emociones y por qué no, a comunicar nuestros problemas a nuestros líderes, se pueden encontrar formas de cooperar y ayudar al otro en el mismo equipo de trabajo. En muchas ocasiones, todo lo que necesitamos es un poco de empatía y sentirnos comprendidos por el otro, esta es una manera de sanar nuestras emociones.